En ocasiones nuestra conducta es sorprendente hasta para nosotros mismos. ¿Recuerdas alguna situación en que has hecho o dicho algo inesperado? Además, pasado un tiempo, breve normalmente, solemos arrepentirnos o esas palabras traen consecuencias desagradables.
Son esas situaciones en que las palabras nos salen de manera instintiva, como que algo se nos ha adelantado y nos ha impulsado a actuar de una forma que no hubiéramos previsto.
Vamos a entrar en los mecanismos que se activan en nuestro cerebro en estas situaciones y en cómo podemos utilizarlos a nuestro favor.
Cada estímulo captado por los sentidos (excepto el olfato) llega al tálamo, una estructura del cerebro que funciona, entre otras cosas, como una estación receptora cuya misión es informar de las diferencias entre lo captado por los sentidos y el modelo interno del cerebro ha construido a partir de experiencias previas. A partir de ahí se abren 2 vías:
- La primera, la más rápida, envía una señal desde el tálamo a las amígdalas. Estas, a su vez, activan el hipotálamo que, como primera respuesta, inhibe la zona parietal relacionada con el movimiento y nos paraliza, como si la consigna fuera si no me muevo, no me ven.
A continuación el hipotálamo pone en marcha la pituitaria (o hipófisis), que segrega una hormona, adrenocorticotropa. La adrenocorticotropa permite la activación de la glándula suprarrenal para que empiece a producir noradrenalina, epinefrina (o adrenalina), cortisol y otras.
Este cóctel químico nos aporta un subidón de energía que tendremos disponible en caso de que tengamos que reaccionar ante la amenaza, enfrentándonos o huyendo.
- La otra vía, que se activa en paralelo, es más lenta, y envía la señal del tálamo a la corteza. Y es ahí, cuando empezamos a interpretar el estímulo con ayuda del hipocampo.
El hipocampo, que se ocupa de la memoria, reconoce la experiencia y el aprendizaje que se ha generado en circunstancias similares a la que estamos viviendo.
De esta forma, con la intervención de la corteza se envía otra señal a la amígdala, con una indicación que modula la respuesta anterior a partir del reconocimiento o interpretación del estímulo según experiencias anteriores.
Este segundo circuito lee y etiqueta el significado de la emoción y es fundamental para regular la reacción emocional negativa, controlando la agresividad.
Si el segundo circuito no existiera estaríamos en manos de nuestros impulsos. Y así ocurre cuando este segundo circuito se cortocircuita produciendo el llamado secuestro de la amígdala: cuando el estímulo es muy fuerte, la amígdala lidera la respuesta y no permite la acción de la corteza.
Tenemos entonces:
- Un primer camino ultrarrápido (los experimentos llevados a cabo con ratas, apuntan a 12 milisegundos frente a casi 24 milisegundos, del segundo circuito), rudo, poco preciso, que no puede decir exactamente qué está ocurriendo y que prepara el cuerpo para la peor situación.
- Otro camino, más preciso, más detallado, que incorpora el aprendizaje (porque interviene el hipocampo) cuya misión es evitar una respuesta inadecuada.
Es muy posible que las respuestas que no entendemos, las que nos sorprenden sean las que ofrece el primer circuito (esas respuestas en las que no sé qué me ha pasado): antes de que tengamos ocasión de empezar a pensar (capacidad de la corteza) se activan en automático los mecanismos de defensa: parálisis (la primera respuesta que se activa), huida o ataque.
Podemos elegir el segundo circuito para cambiar la reacción por la acción, utilizando nuestras emociones de forma inteligente (emoción inteligente). Y es que, como sostiene David Eagleman en su obra El cerebro, nuestra percepción de la realidad tiene menos que ver con lo que ocurre ahí fuera y más con lo que ocurre dentro de nuestro cerebro.
¿Cómo podemos utilizar con inteligencia nuestras emociones? Observándonos, identificando esas primeras respuestas instintivas y sabiendo qué nos está pasando, cómo funcionan nuestros circuitos cerebrales.
Y ahora que ya sabes cómo funcionamos, permítete elegir, date un espacio y el tiempo, que biológicamente es imprescindible, para que se active el segundo circuito y así puedas poner en marcha acciones adecuadas a la respuesta que quieres dar, sin la precipitación del momento.
¡Permítete elegir!
Una última nota, el segundo circuito utiliza el hipocampo. Si la experiencia que activa la amígdala (la estructura que guarda la memoria emocional y que se desarrolla antes que el hipocampo) tuvo lugar antes de que madurara el hipocampo (en torno a los 3 años), el estímulo no activa un recuerdo explícito con el que comparar, se ha generado una memoria emocional, que activa una reacción emocional que podemos entender. Así que, a veces, una situación genera en nosotros una respuesta emocional y no sabemos por qué.
En el enlace te dejamos un extracto del taller Y si tienes miedo, ¡hazlo con miedo! donde explicamos los circuitos que hemos estudiado.