Cuando hablamos de integración de sistemas de gestión (incluso, de integrar un sistema de gestión en una organización o distintas funciones), ¿a qué nos referimos exactamente?
De modo general, la integración es la vinculación entre las diferentes partes de algo. Cuando hablamos de integrar estamos reconociendo la diferencia entre aquellos elementos cuya vinculación tratamos de facilitar.
Cuando las partes están integradas, el sistema resultante avanza como un todo permitiendo que las partes diferenciadas mantengan su particularidad y que, al mismo tiempo estén conectadas con el sistema.
Cuando no hay conexión entre las distintas funciones, cuando no hay integración real, el sistema (la organización) deriva hacia la rigidez o hacia el caos, o a una combinación de ambos.
Si el sistema de gestión es caótico, no tiene relación con la organización, no se corresponde con ella, el sistema sigue un camino y la organización, otro. Y cuando el sistema es rígido, la estanca y encorseta, no permite su avance.
Integrar distintos referenciales (calidad, gestión ambiental, etc.) o distintas funciones en una organización requiere flexibilidad y adaptación, visión integral de los procesos de la organización y un conocimiento técnico amplio de las partes (referenciales) que van a integrarse.
Un buen consejo cuando se vive un proceso de integración (sistemas de gestión, funciones, etc.) en las organizaciones es respetar las diferencias y mejorar las conexiones entre las funciones, incorporando la visión global de la organización.
La integración facilita la conexión entre las distintas partes, de modo que se crean sinergias que permiten que el todo sea mayor que la suma de sus partes. Con la integración adquirimos funciones más complejas y útiles en la organización.