Últimamente me encuentro respondiendo a una de esas preguntas que buscan la esencia de las cosas, una de esas preguntas que, como decía Ludwig Mies van der Rohe, tiene verdadero sentido. Y es que es en la búsqueda de respuestas como llegamos al fondo, al núcleo de un tema.
Me preguntan mis clientes que ¿para qué sirven los sistemas de gestión? Y recuerdo haber encontrado mi respuesta hace tiempo, una tarde de paseo mientras observaba a un grupo de casi adolescentes en una barca de remos.
Lo más evidente, y divertido quizá, era la falta de coordinación de los chicos que, incapaces de bogar, provocaban trayectorias en círculo cerrado sobre sí mismos.
Y así durante un buen rato, unos remando y otros no, unos hacia adelante y otros hacia atrás, uno más rápidos que los otros…¿No es lo que sientes muchas veces en tu ámbito profesional?
Trascendiendo la anécdota, la imagen tiene mucho que ver con lo que encontramos en el día a día de las organizaciones:
- Falta una visión común, que podamos compartir, que nos ilusione y de la que nos podamos sentir orgullosos.
- Falta un líder que mire hacia adelante, por encima del resto, que marque el camino, aúne individualidades y enfoque al equipo. Un líder que cuenta con la confianza del equipo.
- Falta cómo remar, procedimientos de trabajo ágiles enfocados, en perfecta armonía, en la visión del proyecto. Y fundamental, los procesos.
- Falta el feedback de cómo estamos funcionando, saber si nos acercamos a nuestros objetivos.
- Y nos falta el equipo y sus valores, la ilusión, entrega, dedicación, profesionalidad, honestidad…
Nada que ver con el trabajo que se hace en las regatas de traineras, un sutil encaje de diversidades entregadas a un objetivo común, sincronía perfecta, palas entrando y saliendo exactamente a la vez… al grito de la palabra ¡equipo!
Tal vez para eso sirva un sistema de gestión, para transformar un grupo de adolescentes en una barca de remos en un equipo de remeros de trainera comprometidos.