Miramos sin ver (y vemos sin mirar)

Teresa ha cambiado de trabajo hace poco. Lleva poco más de un mes en su nuevo despacho y hoy se acaba de dar cuenta de que “lo comparte” con un Tronco de Brasil de más de 1,50 metros.

Después de las risas, inevitables, que ha provocado su despiste vamos a bucear en cómo es posible que, día tras día mirando, no la haya visto.

Seguro que has vivido situaciones similares. Ocasiones en las que puedes asegurar Es que no lo he visto aunque el objeto de que se trate sea perfectamente visible y tengamos la mirada fija en su dirección. O al contrario, podemos asegurar Lo he visto, cuando en la realidad el objeto no se encontraba ahí. ¿Cómo es posible?

Antes de entrar en el proceso de percepción visual vamos con un apunte previo. Recordemos que nuestro cerebro, principal herramienta adaptativa con la que contamos, surge para permitir el movimiento.

Para que el movimiento sea efectivo (y seguro) necesitamos disponer de una imagen interna del entorno en el que vamos a movernos. Es suficiente con disponer de un apunte burdo que permita iniciar el movimiento: esa es la función del cerebro. Según ampliamos nuestra experiencia del entorno, el modelo interno (mapa cerebral) se enriquece con detalles más sutiles, cada experiencia aporta matices y detalles al modelo interno, completándolo.

Por lo tanto, el modelo interno, el mapa interno es el escenario que el cerebro construye a partir de las experiencias vividas; literalmente, el cerebro fabrica su propia realidad.

Este modelo interno aporta la estabilidad que necesitamos para movernos. Sin él no nos moveríamos, sería muy peligroso para nuestra supervivencia.

Oliver Sacks, el llamado poeta de la medicina moderna, refiere a este proceso en su libro En movimiento, una vida. Sacks explica como A medida que nos movemos, nuestros órganos sensoriales toman muestras del mundo, y a partir de éstas se crean los mapas del cerebro. Entonces, con la experiencia, tiene lugar un reforzamiento selectivo de los mapas que se corresponde con las percepciones acertadas, en el sentido de que resultan las más útiles y eficaces a la hora de construir «la realidad».

Vamos ahora a adentrarnos en los mecanismos neurológicos de la visión:

  • Por una parte, sabemos que la información visual se procesa hacia adelante (feedforward). La luz que reflejan los objetos atraviesa los ojos y alcanza los fotorreceptores de la retina. Estas células transforman la energía lumínica en una corriente eléctrica (del orden de milivoltios) que llega, mediante las estructuras nerviosas correspondientes, hasta el tálamo.

Así es como el tálamo recibe la información directamente desde la retina. El centro visual del tálamo recibe el nombre de núcleo geniculado lateral. Desde esta zona la señal eléctrica se traslada al área correspondiente de la corteza donde se procesa la señal (la corteza visual y hasta 32 regiones de la corteza cerebral que participan en el proceso visual, 25 de ellas relacionadas exclusivamente con la visión).

Si esto fuera así, a partir de ahí, la persona tomaría una decisión que activa las áreas ejecutivas de su cerebro, en el lóbulo frontal, y se enviaría la señal correspondiente a los centros del movimiento para ejecutar la decisión tomada.

Este es el modelo clásico, relacionado con el procesamiento sensorial o sensaciones. Es el que aprendemos en el colegio sobre el funcionamiento de los sentidos. Según el modelo clásico el procesamiento de la señal eléctrica en que se ha transformado la energía lumínica tiene lugar en la corteza cerebral.

Según este modelo, los sentidos (los ojos, en este caso) nos proporcionarían una réplica del mundo real en un proceso pasivo, sin aportación de la persona.

En el modelo clásico el tálamo funcionaría como una estación receptora de información de los órganos de los sentidos (todos, excepto el olfato) sin intervenir en el procesamiento de la señal

  • Sin embargo, el circuito clásico descrito es tan solo la primera etapa de la percepción visual. Los hallazgos de los últimos 20 años plantean que la comunicación entre la corteza visual y el tálamo no es unidireccional, sino recíproca y bidireccional:

a) Existen señales neurales de vuelta (feedback) que transmiten información desde la corteza al tálamo. Y sabemos que son muchas más que las que lo hacen desde tálamo a la corteza (la ruta del modelo clásico).

b) Sabemos, también, que tan solo una pequeña área del tálamo (núcleos talámicos de primer orden, como el núcleo geniculado lateral citado) recibe información directa de los órganos sensoriales. La mayoría del tálamo se destina a los núcleos talámicos de orden superior, que reciben señales de la corteza y a la que envían su respuesta.

Este segundo circuito permite a la corteza cerebral aportar al tálamo los criterios de selección de los estímulos que han de ser procesados de forma más relevante. De alguna manera, en una traducción libre, decido lo que quiero ver.

De acuerdo con esto, la misión del tálamo en el proceso de percepción visual es decidir qué información del exterior vamos a experimentar de manera consciente:

a) Por una parte el tálamo está recibiendo impulsos eléctricos procedentes, en último caso, de los órganos de los sentidos.

b) Y, por otra parte, recibe órdenes de la corteza para que filtre dicha información y decida qué estímulos va a recibir a la corteza cerebral para que experimentemos de manera consciente la información y pueda actualizar continuamente el mapa del cerebro, el modelo interno.

Así es como el tálamo actúa como un filtro dinámico que permite el paso de lo que se considera relevante en ese momento hacia la corteza y bloquea información irrelevante que puede distraernos. El tálamo selecciona la información que va a enviar a la corteza para que se procese y podamos experimentarla de manera consciente.

Como bien nos recuerda Oliver Sacks en Alucinaciones, uno no ve con los ojos; uno ve con el cerebro.

El proceso de percepción visual nos permite extraer varias conclusiones interesantes para nuestro día a día:

  • Eso que experimentaremos es nuestra percepción de lo real; es decir, lo real filtrado con los criterios que le hemos proporcionado al tálamo desde la corteza. La percepción no es, por lo tanto, la información directa que nos ofrece la activación de los receptores sensoriales, no se trata de un proceso reflejo. Además, tengamos en cuenta que los receptores biológicos ya de por sí están limitados y tan solo captan una porción de eso real.

Lo real y la realidad son conceptos diferentes. La realidad, la de cada persona, es la percepción. Y la percepción no es un proceso pasivo, todo lo contrario: De alguna forma, creamos lo que vemos y para ello no solo utilizamos la información que nos aportan los receptores sensoriales (sensaciones) sino nuestro modelo interno, ese que construimos con la experiencia previa, las emociones, etc. Sensaciones y percepción, también son dos conceptos diferentes.

Como nos enseña la Gestalt, en la percepción visual hay más de lo que está al alcance de los sentidos. Y también, Oliver Sacks, que recuerda en su libro En movimiento, una vida  a Gerald M. Edelman quien sostenía que toda percepción es un acto de creación y, quizá, yendo más allá, de elección.

Llevado al límite, ni siquiera podríamos saber si el mundo exterior es tal como creemos pues todo pasa por ese mecanismo de creación. Así nos lo señala Fritjof Capra, en su El Tao de la Física, cuando alude a que los místicos orientales insisten una y otra vez en el hecho de que la realidad última nunca podrá ser objeto de razonamiento ni de conocimiento demostrable.

Estamos tan acostumbrados a creer firmemente en lo que vemos y que nuestra percepción de la porción de realidad que captamos es la totalidad, que ni cuestionamos nuestro paradigma. Y ahí es donde necesitamos al otro. Como sostiene Donella Meadows, tu paradigma es tan intrínseco a tu proceso mental que difícilmente eres consciente de su existencia hasta que tratas de comunicarte con alguien con un paradigma diferente.

Además, tengamos en cuenta que, como sostiene Richard Buckminster Fuller, hasta el siglo XX, la realidad era cuanto los humanos podían tocar, oler, ver y oír. Desde la publicación inicial de la tabla del espectro electromagnético, los humanos han aprendido que lo que pueden tocar, oler, ver y oír supone menos de una millonésima parte de la realidad. El 99 % de todo lo que va a afectar a nuestro mañana lo están desarrollando los humanos utilizando instrumentos y trabajando en rangos de la realidad que son imperceptibles para los sentidos humanos.

  • Tomar conciencia de la limitación del proceso permite abrirnos a otros modelos de ver lo real y flexibilizar la mirada sin que la diferencia sea una amenaza.

Si lo que vemos es nuestra percepción de lo real, filtrado con los criterios que le hemos proporcionado al tálamo desde la corteza, ¿qué criterios estamos aportando al tálamo para seleccionar la información?

Conociendo el proceso de la percepción visual, la frase Vemos las cosas no como son sino como somos nosotros, atribuida según las fuentes, a Kant, Anaïs Nin, Talmud o Ward Beecher adquiere un sentido literal.

Quizá la función última de ese relato interno que llamamos realidad sea conocernos.

  • Es la propia corteza la encargada de decidir qué información es relevante. Y además, parece que modifica dinámica y continuamente el criterio que envía al tálamo para que le filtre la información.

De esta forma, el criterio de relevancia se decide en cada instante, según el estímulo y su relación con estímulos previos (memoria visual), el estado global y de conciencia y global (si está dormida o despierta), la atención y por las presunciones que hacemos sobre el entorno.

Esto se traduce en que no construimos la visión desde cero: lo que vemos ahora está condicionado por lo que vimos antes, por el paradigma que aporta nuestro mapa cerebral.

El modelo interno se interpone literalmente en la mirada y, si bien, nos aporta seguridad, en ocasiones dificulta el encuentro y el aprendizaje.

¿Te has sorprendido diciendo, por ejemplo, Ya sé lo que vas a decir cuando la persona con la que hablas aún no ha abierto la boca? O, ¿ya sé lo que va a pasar cuando aún no ha ocurrido lo que quiera que tenga que ocurrir? Es tu modelo interno, que de alguna forma te lleva a vivir una y otra vez la misma experiencia hasta que permitas que le llegue nueva información.

¿Qué puedes hacer para que tu mirada atraviese todo lo que impide el encuentro? ¿Cómo puedes trabajar tu mentalidad de aprendiz?

  • Para que seamos conscientes de una experiencia sensorial y, por lo tanto, el objeto exista dentro del modelo interno, la información debe llegar a la corteza cerebral, al neocórtex, y ser procesada allí.

De lo contrario es como que no existe, no se incorpora en el modelo interno. Puedo mirar, pero no veo, no tomo conciencia ni soy consciente de la existencia del objeto.

Ser consciente de la experiencia sensorial sin contaminarla con el mundo interno tiene que ver con el sentido de realidad. El sentido de realidad aporta lucidez, consciencia, sentido común y se apoya en la presencia y en el aquí y ahora.

  • Debemos tener en cuenta que funcionar en piloto automático permite optimizar los recursos energéticos del cerebro y, en último término, sobrevivir, que es el criterio de diseño básico del ser humano.

De modo general, se admite que el cerebro representa un 2% del peso corporal (1,4 kilos para un hombre de 70 kilos) y consume un 20% del metabolismo basal de un adulto (es el órgano que más energía consume). De toda la energía que utiliza el cerebro, el 44% se consume en el neocórtex, la capa evolutivamente más moderna del cerebro.

El neocórtex conforma el 90% de la corteza cerebral y es responsable, entre otros, del pensamiento lógico, de la consciencia así como de la asociación e integración de la percepción y su toma de conciencia para formar una imagen mental de la realidad más precisa.

Por lo tanto, realizar una actividad con plena consciencia consume mucha energía y, además, es un proceso lento; es el sistema 2 que describe Daniel Kahneman en su libro Pensar rápido, pensar despacio. La conciencia aporta flexibilidad a cambio de consumo energético y lentitud.

Por el contrario, lo que denonima el sistema 1, opera en automático, de forma inconsciente: es más rápido (bastante más) y con menor consumo de energía. Eso sí, a cambio de brechas en la percepción y de sesgos que se guían por el principio de supervivencia, piensa mal y sobrevivirás.